Le decíamos A. Hitler... hijo de Putin
—¡Hijo de Putin no pudo ser Hitler! —decía un “ex-nazi” con insignia camuflada de la SS a un “ex-agente” de la KGB—. ¡Es imposible, imposible, imposible…! Porque nuestro Führer de Alemania nació en Braunau am Inn, Alta Austria, Imperio austrohúngaro, el 20 de abril de 1889 y murió en Berlín, Alemania nazi, el 30 de abril de 1945. Mientras que vuestro Putín nació más tarde, concretamente en Leningrado, perteneciente a la República Socialista Federativa Soviética de Rusia (abreviado como RSFS de Rusia), Unión Soviética, el 7 de octubre de 1952.
—No me digas que es imposible, quizás parezca ¡improbable, improbable, improbable…! —le argumentaba el “ex-agente” de la KGB al “ex-NAZI-SS”—. Nuestro presidente estudió alemán en la escuela secundaria N.º 281 de San Petersburgo y habla alemán como segundo idioma. Su abuelo, Spiridon Ivanovich Putin, nacido el 19 de diciembre de 1879 y muerto el19 de diciembre de 1965, que fue el cocinero personal de Joseph Stalin y Vladimir Lenin, fue criado por su madre Pútina y el marido de esta pudo haberse liado con Klara Pölzl (1860-1907), madre de Adolf Hitler. Como un cuco deja su huevo para que se lo críen, su padre, Alois Hitler (1837-1903), fue un agente de aduanas al que se lo pudieron colocar de estraperlo. Su madre fue la tercera esposa de Alois. Como los padres de Hitler eran primos, debieron obtener una dispensa papal para el matrimonio. Con dinero se consigue casi todo. De los seis hijos de Alois y Klara, sólo Adolf y su hermana Paula llegaron a la edad adulta. El padre de Hitler, probablemente putativo sin saberlo, también tuvo un hijo, Alois Jr., y una hija, Angela, con su segunda esposa. Alois Hitler, fue un hijo ilegítimo, por lo que durante los primeros treinta y nueve años de su vida llevó el apellido de su madre, Schicklgruber. En 1876, el padre de Alois, Johann Georg Hiedler, finalmente lo reconoció. En el siglo XIX eran comunes en Austria las variantes del apellido Hüttler, Hiedler, Hittler y Hitler.
Otros, un “ex-agente” doble de la CIA y el MOSAD junto a otro “ex-agente” 0,7 británico, que participaban de la discusión, compartían y confirmaban la información de la KGB y añadía el “ex-agente” 0,7:
—Ves cómo es probable que Hitler sea un hijo de Putin a pesar de la distancia y la diferencia de edad.
Por último, un quinto en discordia, negacionista y buscador de conspiraciones, argumentaba:
—Con tanto lío de familia, ¿cómo se puede afirmar categóricamente que es imposible el parentesco? Se hace más probable. Sin embargo, teniendo en cuenta que su policía política estaba nutrida, como casi todas, de buenos espías, no dejaron ningún cabo suelto, ni hilo sin punta remetida. Por eso, los ignorantes y confiados piensan que algunas cosas, o muchas, son imposibles cuando en realidad son improbables, si se enmascaran bien. ¿Tantas casualidades no os parece extraño que ocurran juntas? Putin, Pútina, putativo… Que Putin hable alemán, que Hitler estuviera obsesionado con conquistar Rusia… Que la abuela materna de Putin fuera asesinada por los ocupantes alemanes en el óblast de Tver en 1941, y sus tíos maternos desaparecidos en el frente oriental durante la Segunda Guerra Mundial… ¡No puede ser una coincidencia fortuita!
El “ex-NAZI-SS” se sentía incómodo y acorralado por sus “ex-enemigos” del pasado y la reciente incorporación del negacionista al grupo de jubilados. Entonces, arremetió sin dudarlo, con el siguiente contraargumento posible:
—El “ex-presidente” Trump que nació el 14 de junio de 1946 —recriminando a los contertulios— podría ser descendiente de Hitler. Porque sus abuelos paternos eran inmigrantes alemanes y su madre al ser una inmigrante escocesa, se la podía haber pegado a los hijos de la Gran Bretaña compartiendo consanguinidad con la madre de la nueva ministra Truss. Por eso, Priscilla Truss (de soltera Grasby) después de ser una activista anti-nuclear (más a la izquierda que los laboristas) la ha apoyado en su campaña para alcanzar el poder conservador en Reino Unido, con el consiguiente desacuerdo y negación del padre. Y el presidente español Sánchez, aunque pinta poco en este escenario, pero por el mínimo respeto al lugar donde vivimos, en palabras del propio Trump, está casado con un transexual (Begoño) y ya veremos con el posible aspirante al gobierno español, Feijóo, con contactos en la mafia y de la misma región de origen que el dictador Franco —y seguía—: el italiano Berlusconi seguro que ha inseminado a gran parte de Europa con sus noticias y genes fascistas (condenado por constricción a la prostitución de menores y abuso de autoridad). Su último vástago periodístico y político es Meloni. Los franceses con su Macron al frente (socialista, presidente de la república y “co-príncipe” de Andorra) es un experto financiero con mucho poder, que tiene pavor a los chalecos de color amarillo (con la muerte de Molière se instauró este mal augurio). Todos son probables hijos de Putin junto a muchos más representantes en la ONU y otros muchos que aspiran a serlo, repartidos por los cinco continentes.
Villarejo, “ex-comisario” español, que los escucha disfrazado de camarero con aspecto alegre y bonachón (inspirado en el personaje de Chanquete), pasa desapercibido para todos aquellos espías extranjeros, acostumbrados a veranear en las playas de Nerja. Mientras lo graba todo piensa que, ante tanto “ex-”, populismo anti-democrático, maricones, putos, mafiosos, bastardos… hijos de Putin, aunque sus madres sean unas santas, algo le podrá sacar de provecho a aquella conversación en el futuro.
El “ex-agente” de la CIA-MOSAD, desconfiando de su memoria actual, antaño privilegiada, abre su móvil para leerles de su App de notas algunos apuntes, fruto del aburrimiento y su larga experiencia. Les plantea a los contertulios que califiquen, según sus fuentes de información, la probabilidad de que sea cierta cada una de sus hipótesis, planteadas para confirmar el parentesco de los hijos de Putin. Parece que han llegado al consenso de que nada es completamente imposible, aunque lo parezca para ignorantes o confiados con lo que les cuentan.
—Primera. Los hijos de Putin, incluido el último reconocido, que gobierna actualmente en Rusia, son adictos al poder totalitario.
—Seguro —contesta unánime el grupo.
—Hemos consensuado que no existen las respuestas categóricas —apunta el encuestador.
—Bueno, es muy probable —rectifican todos, al tiempo que justifican la necesidad de ese poder total en su caso.
—Segunda. No tienen escrúpulos para engañar utilizando populismos antidemocráticos y derrochar recursos en pan y circo (un invento muy antiguo atribuido a los romanos).
—Seguro que es muy probable —coincide todo el grupo. Sin embargo, matiza cada uno que es solo aplicable para la ideología contraria a la propia.
—Tercera. Piensan que son necesarios los daños colaterales, cueste lo que cueste, por mor de un bien mayor. El interés de todos debe ser decidido por los líderes, visionarios y guías de la nación más poderosa (nacionalismo a ultranza).
—Lo más probable es que sea la mía, a la que pueden adherirse y acomodarse el resto de pueblos —se apresuran todos a contestar.
—Cuarta, que tiene que ver con la anterior. Están convencidos los hijos de Putin de que existen naciones con rasgos identitarios y que su destino es dominar al resto del mundo, para civilizarlo como lo demuestra su historia.
Todos discuten sobre la mejor época histórica y defienden con orgullo y vehemencia su mayor esplendor, pero coinciden en la máxima probabilidad de tal afirmación.
—Quinta. ¿Consta en vuestras agencias de inteligencia que los hijos de Putin participan de la naturaleza licántropa? Suelen aparecer como corderos (con piel de demócratas) cuando en realidad son lobos disfrazados y oportunistas, que cambian las reglas del juego para imponer su voluntad y dominar al rebaño.
El negacionista apuntilla:
—Por eso, a Hitler le llamaban el lobo (el nombre Adolf viene del antiguo alto alemán y significa «lobo noble» De ahí que uno de los apodos de Hitler puestos por él mismo fuera Wolf o Herr Wolf).
Todos concluyeron que esta clase de líderes, adversarios del suyo, eran unos lunáticos, probablemente por su doble naturaleza.
—Sexta…
El negacionista, buscador de conspiraciones y coincidencias, no quería dejar pasar aquella ocasión para añadir a la encuesta alguna de sus teorías catastrofistas. Interrumpe la lista del entrevistador improvisado y lanza sin posibilidad de reacción sus afirmaciones y preguntas:
—Como la Tierra es plana, ¿qué pasaría si estallara una guerra nuclear? —Y aclara antes de que puedan hablar los acompañantes a la mesa—: Nos lo podíamos imaginar antes, cuando nos mentían con su redondez. ¿Quién quedaría después de un diluvio nuclear?
En ese momento, el negacionista se acuerda de unas palabras de su compañera Susana: «El diluvio total quizás no tenga remedio. Aunque quizás, como antes, unos cuantos volvamos a empezar.» Los asistentes detallan características de construcciones carísimas, donde probablemente albergarían a una élite de sus países en caso de holocausto nuclear. Aclaraban todos que serían perfectamente operativas con cualquier teoría geocéntrica, heliocéntrica, cosmocéntrica, antropocéntrica, homocéntrica, terraplanistacéntrica… El negacionista no pudo evitar esbozar una triste sonrisa, al acordarse nuevamente de su compañera Susana, que no pertenecía a aquella élite. La veía inmersa en un mundo distópico, carente de aquellas instalaciones para el común de los mortales como ella.
El “ex-comisario” Villarejo, más tarde, repasaba la grabación de tan pintoresca conversación con una sonrisa nostálgica. La asemejaba a aquella serie de chistes franquistas que proliferaron en su juventud sobre un alemán, un francés, un inglés, un chino... (ahora le podríamos añadir muchas otras nacionalidades, siempre asegurándonos de que rimen) considerados muy inteligentes, pero a los que el listo español dejaba siempre en evidencia con su ingenio. Villarejo recuerda aquel que va un español, un alemán, un chino y un francés que se van a un acantilado y dice el francés: cada uno se tiene que tirar por su patria por este acantilado. Coge el francés y dice: por Francia y su tortilla yo me tiro de rodillas. Se tira y se mata. Va el alemán y dice: por Alemania y su cerveza yo me tiro de cabeza. Se tira y se mata. Va el español y dice: POR ESPAÑA Y SU VINO A TOMAR POR CULO EL CHINO. Y empuja al chino y lo mata. Y siguiendo la tradición recuerda otra versión más reciente, también típica del humor español de ridiculizar lo opuesto alrededor de una copa. Esto es un inglés, un francés y un español.... están en un bar y el inglés dice: pues en mi país nuestro campeón de 100 metros lisos que tiene el récord europeo de velocidad tiene una pierna postiza que le puso un equipo de cirujanos de Londres. ¡Bah! Eso no es nada, dice el francés. En mi país a un tío le han tenido que poner dos brazos y una pierna y es campeón del mundo de natación. Y llega el español y les dice: sois unos pringaos, en mi país pusimos a una calabaza un bigote, se lo implantamos a un cuerpo y lo tuvimos de presidente del gobierno durante 8 años. El “ex-comisario” esperaba aprovechar algo de aquella tertulia con lo que poder chantajear (evitando el delito de la extorsión) a aquellos jubilados y sacar algún dinero extra de sus pensiones. Parecido a lo que hacen muchos bancos con el cobro de comisiones por sus servicios impuestos.
Para ir acabando este relato en tercera persona, aunque sus protagonistas no hayan agotado el tema, y como narrador omnisciente que soy, les planteo a mis sufridos lectores algunas cuestiones, que se desprenden de su narración, siguiendo el tono humorístico, aunque reconozco que bastante negro, ácido e irónico. ¿Por qué se preocupan de un probable desastre nuclear, climático, etc., y viven con miedo continuo, atemorizados por los numerosos hijos de Putin? Gracias, en gran parte, a los telediarios que nos informan de todo, bueno de casi todo y de aquella manera. Si lo peor que nos puede pasar a los mortales es morirnos, gracias a dios, ¿no sería esta una liberación? Los creyentes en otra vida mejor, siempre que no vayan al infierno, claro, deberían estar deseosos de que ocurra lo antes posible. Peor lo tienen, probablemente, las criaturas y deidades eternas, aunque sean envidiados por muchos mortales. Recuerden el mito de Prometeo, de su esposa Pandora, y de su afortunada liberación por Heracles. O pónganse en la piel de un apresado vampiro, consciente de su cautiverio y enterrado en vida, en un minúsculo ataúd cubierto de cruces bajo metros de tierra, por la eternidad. ¿No creen que preferiría la estaca liberadora de un Van Helsing? ¿Piensan, como yo, que el sufrimiento constante es probablemente mucho peor que una muerte rápida? ¡Ah! No han caído en la trampa de contestar a esta pregunta cerrada. Prefieren evitarla y vivir eternamente sin sufrimientos, por tanto, teniendo todo lo que desean (en contra del pensamiento budista). Eso de que de muchas maneras siempre han perseguido los humanos es improbable y me atrevería a decir imposible para nuestra especie en cualquier planeta. También les advierto del peligro de los bulos. Cosas que podrían parecer imposibles y son improbables para una mente racional, la mentira y las medias verdades reiteradas las convierten con la suma de adeptos interesados en muy probables y ciertas para los ignorantes, que no se preocupan de verificar los hechos. Ojo, también, con los “ex-”, que no deja de formar parte de ellos lo que un día fueron. Termino recomendando, como es habitual en mí, vive y deja vivir mientras puedas. Reniega mientras puedas de los tópicos, los prejuicios y los hijos de Putin. Porque estaremos, probablemente, contaminados por ellos. A todos, en algún momento, nos pueden emparentar con Hitler. No dejes que su ascendencia te dirija catalizado por el miedo o por el deseo desmesurado de poder.
Francisco Javier Chamizo Muñoz
pCh 2022
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