LA LIEBRE Y LA TORTUGA APRENDIERON A LEER

LA LIEBRE Y LA TORTUGA APRENDIERON A LEER


En una reedición moderna de la apuesta desigual, de la fábula atribuida a Esopo y reescrita por La Fontaine y Samaniego, los nuevos contendientes ilustrados se enfrentan con nuevas estrategias, propias de nuestro tiempo.

La liebre, conocedora del pecado familiar de la arrogancia, no concederá ninguna ventaja y aprovechará al máximo su velocidad, sin descanso alguno. La tortuga no se contentará con la moraleja “despacio se llega lejos” y aprovechará su pausada reflexión, protegida con su pesada y reforzada casa a cuestas.

A la señal de salida, la liebre se adelanta rauda sin mirar atrás. La tortuga, con el primer paso, anuncia en las redes sociales de animales y humanos el itinerario de la carrera.

La zorra astuta, atenta a todas las noticias y ruidos, reconoce de inmediato la oportunidad de un suculento bocado si consigue emboscar a la liebre. El encuentro es traumático para la liebre, que no reconoce el contratiempo del personaje introducido de otra fábula; para la raposa, su fracaso de no hincarle el diente, por el ágil requiebro del lepórido, lo asemeja a las uvas verdes, que no están maduras. No lo tiene todo perdido, siempre le quedará el paso de la tortuga para satisfacer su hambre. El reptil quelonio, conocedor de la distancia que le separa de su contrincante, confía en que le haga mella la impaciencia al taimado animal y no se convierta en un obstáculo insalvable. En cualquier caso, su caparazón reforzado resistirá el interés de la ladina vulpeja y volverá a encontrar las uvas inalcanzables.

Contaba la tortuga con la afición humana a los diferentes lances de caza para cobrarse la vida de tan preciada pieza cinegética. Así, eliminada de la carrera, tendría el camino libre para ganar la apuesta. La liebre, alertada con el primer disparo errado, decide realizar un trayecto en zigzag más largo, pero también, más seguro. En otro punto del recorrido es acosada por una jauría de galgos que no consiguen alcanzarla. La liebre, además de rápida, se iba volviendo cauta y desconfiada por el recorrido lleno de sorpresas. La tortuga, inadvertida, ejecutaba paso a paso su plan de carrera.

Ya se acerca a la línea de meta reconociéndose ganadora…

En un impulso instintivo se ralentiza su inercia y mira hacia atrás, es la naturaleza de quien está acostumbrado a correr por delante, permitiendo en ese instante fugaz fijar el punto de mira a quien le acecha en ese momento crucial. ¡Bang! El silencio de un cadáver inerte, a escasos metros del final, le dan la bienvenida a la ganadora.

Moraleja: despacio se llega lejos si tienes un plan y no el que más corre termina la carrera.


Francisco Javier Chamizo Muñoz

pCh 2021