COPIONES CON COPYRIGHT

 Copiones con copyright 

¡Que paguen, nada se regala, porque a mí nada me han regalado! 

    No son pocas las veces que he escuchado a los autodenominados creadores de conocimiento la reivindicación, exigente, de su propiedad intelectual. Acto seguido, destacan su esfuerzo e inversión en adquirir la necesaria cultura, aportación de otros, por supuesto, para acreditar su propio resultado. En una ocasión, oí a un escritor novel relatar como de pequeño visitaba, asiduamente, la biblioteca pública de su localidad. Reconocía, implícitamente, que su entorno familiar humilde nunca le habría permitido costear la ingente lectura de la obra literaria de los escritores vivos y muertos que le precedieron, sin los cuales no sería lo que es. ¿Tendrían aquellos pioneros que estar recelosos y sentirse robados por el aprovechamiento posterior de su obra por quienes no pagaron nada por ella o, por el contrario, contentarse exclusivamente con un posible reconocimiento y en algunos casos admiración póstuma? 

    Me pregunto y os pregunto: ¿qué hay nuevo bajo el sol y los demás astros? ¿Acaso no estamos formados por el mismo polvo de las estrellas que siempre nos están iluminando? ¿No son los mismos elementos fundamentales los que componen nuestra existencia, aunque la organicemos de mil maneras diferentes? ¿Hasta qué punto podemos presumir de creatividad y originalidad individual asemejándonos a dioses prístinos? 

    Simplificando la cuestión, en un primer abordaje práctico, me planteo y os planteo, especialmente a los que cuestionan la ley de reciprocidad y proporcionalidad (negacionistas de impuestos, becas y subvenciones): ¿garantizar la viabilidad para desarrollar una obra personal, dignamente, hay que confundirlo, éticamente, con el mercadeo y la apropiación intelectual avariciosa, legalizada, del patrimonio colectivo por algunos: autores, herederos, editores, inversores, mecenas, marchantes y demás oportunistas sin escrúpulos del negocio cultural? 

Francisco Javier Chamizo Muñoz 

pCh 2022